Daniel Riobóo Buezo Seguir a @danirioboo
Hoy es el día de la madre. Para mi es un día triste, para qué voy a negarlo. Lees y ves felicitaciones por todos lados y tu no puedes hacerlo, de hecho casi ni te acuerdas de cómo fue la última vez que lo celebraste junto a ella. Y así ha sido desde que tengo 18 años. Mi madre murió de un cáncer fulminante que se la llevó en apenas seis meses y con 50 años recién cumplidos. Ante sus continuas molestias, le diagnosticaron algo erróneo y, cuando le hicieron las pruebas adecuadas, ya era demasiado tarde para intentar salvarla.
Me costó muchísimo superar su muerte y su ausencia. Era un adolescente excesivamente tímido y estaba muy unido a ella, la quería más que a nadie en el mundo y su enfermedad y desenlace me pilló en el peor momento posible. Tras irse y durante años, cuando alguien hablaba de su madre o me preguntaba por la mía intentaba evitar el tema. A veces hablaba de ella como si siguiera viva para no contar mis penas o cambiaba de tema rápidamente porque me seguía costando un mundo afrontarlo.
Dicen que hay un hecho en tu vida que te cambia para siempre. Para mi, sin duda, fue ese. Me dejó destrozado durante mucho tiempo. Mi padre me llevó poco después un día a una psicóloga pero me cerré en banda y no quise volver más ni que me recetaran ninguna medicación que me pudiera animar artificialmente. Preferí intentar superarlo yo solo, muy probablemente me equivoqué, pero era demasiado reservado para contarle a nadie lo triste que estaba. Asimilarlo me llevó mucho tiempo, demasiado. Pero al final también creo que me hizo más fuerte para afrontar y relativizar otros problemas que han venido después, ya sean pérdidas de otros seres queridos, rupturas sentimentales o problemas laborales.
Tengo un amigo que vivió una situación muy parecida y creo que tenemos muchas cosas en común y también pienso que sufrir aquello le hizo más fuerte. Un día me contó que su psicóloga le había dicho que, sin darse cuenta, buscaba una pareja que le recordara a su madre. Creo que a mi, en cierta forma, también me ha pasado lo mismo. Siempre, aunque sea inconscientemente, he buscado cualidades de ella en mis novias. Su alegría. Su nobleza. Su simpatía. Su generosidad. Hasta lo bien que bailaba o lo artista que era.
A pesar de que han pasado 25 años desde que nos dejó, a mis hermanas, a mi padre y a mi nos sigue costando hablar de ella y nos da rabia que no haya podido conocer a sus cuatro nietos porque los habría querido con locura. También me da rabia darme cuenta de que cada vez tengo menos recuerdos de ella, en gran parte porque quien más la recordaba era mi abuela y se fue hace ya siete años.
A través de los recuerdos de mi abuela y viendo como se emocionaba cada vez que hablaba de ella, también descubrí que si es duro perder a un padre o una madre, es infinitamente más doloroso perder a un hijo. Con la marcha de mi abuela, mi segunda madre también se fue. Por eso, quienes tenéis la suerte de tener a vuestra madre, aprovechadlo al máximo celebrando este día o cualquier otro momento junto a ella. Yo no puedo hacerlo pero, aunque me siga costando hablar de ella y cada vez tenga menos recuerdos suyos, la echo de menos cada día.