Crónica publicada en Zoomnews.es el 27 de enero
Pocas selecciones pueden presumir de contar con dos títulos mundiales en su palmarés. España es una de ellas. Han pasado ocho años del primer gran éxito mundial de la selección española de balonmano y solo dos jugadores han conseguido mantenerse a flote desde aquel campeonato de Túnez. Alberto Entrerríos y Albert Rocas, dos jugadores con nombre de pila casi idéntico pero con características deportivas muy diferentes, son los dos únicos supervivientes de aquel magnífico título cosechado en 2005. Los dos, con 36 y 30 años respectivamente, han sido dos de las piezas claves de Valero Rivera para mantener un bloque compacto, capaz de arrollar a la todopoderosa Dinamarca en una final de ensueño (35-19).
La final ante Dinamarca ha supuesto la despedida de Entrerríos que ha terminado el torneo “exhausto y casi sin fuerzas pero muy feliz por terminar mi carrera con la selección de la mejor manera posible”. Sobre la final, “nunca había podido imaginar una victoria así de clara, aunque sí la había soñado, porque soñar es gratis». Aunque no puede quedarse con ninguno de los dos mundiales, el gijonés sí los diferencia “el primero fue el de la ilusión y este es el de la despedida” aunque también encuentra similitudes “los dos los hemos ganado por una amplia diferencia y contra las selecciones más potentes del momento, entonces Croacia, ahora Dinamarca”. En la despedida un recuerdo especial, “se lo dedico a mi mujer por la cantidad de horas que me ha quitado la selección ya que ahora por fin podré ayudarla más con los chiquillos».
Albert Rocas, joven en el oro de Túnez 2005 y más maduro en el actual éxito, tampoco tiene preferencias, “el primero me hizo mucha ilusión al ser muy joven y este por haberlo podido ganado en casa” y tampoco había soñado con una victoria tan clara “entonces también ganábamos muy claramente y al final los croatas maquillaron el resultado mientras aquí no hemos bajado el ritmo, nuestro partido ha sido impresionante”. Su dedicatoria, para su mujer y su niño con el que juguetea escondiéndose tras los paneles de los patrocinadores.
España rozó la perfección

Los grandes equipos dan lo mejor de sí en las grandes ocasiones. España podía haber salido nerviosa, temido a su bestia negra, sospechar de los desafortunados antecedentes como anfitrión, pero ha hecho todo lo contrario, el mejor partido en el día clave y ante el rival más temible. Como en la final de Túnez 2005 contra Croacia (40-34 entonces), rozando la perfección, ayer incluso más que aquel día, dejando en 18 goles al mejor ataque del mundial y consiguiendo la mayor diferencia jamás vista en una final, el partido que quedará grabado en la historia del balonmano español.
El duelo tuvo poca historia por la superioridad absoluta de los pupilos de Valero Rivera. España comenzó muy metida en el partido, frenando la habitual salida en tromba de Dinamarca con un 3-0 de inicio que encendió a un Sant Jordi que hoy sí ha respondido y ha disfrutado de lo lindo sin prácticamente sufrir. La defensa superlativa de ‘los Hispanos’ frenaba la fluidez danesa y en ataque, un inesperado Antonio García y un de nuevo inspiradísimo Joan Cañellas (7 goles en 8 lanzamientos), provocaban que España siempre fuera con dos goles de ventaja. Atrás, una defensa 6-0 muy agresiva y con un Sterbik de nuevo inspirado hacían el resto. El portero danés Niklas Landin también respondía y conseguía que Dinamarca no encajara aún más goles en una primera parte casi perfecta que terminaba con un 18-10. Algo muy difícil de levantar y más contra un equipo local con una determinación increíble para no dejar pasar la ocasión de colocar la segunda estrella en la camiseta.
En la segunda parte, más de lo mismo, sin concederse un instante de relajación, sin permitir siquiera a la hasta ayer todopoderosa Dinamarca llegar a soñar con la remontada. Con una muralla defensiva que convirtió a la selección danesa en un equipo impreciso, perdiendo balones continuamente, maniatado y hasta acomplejado por momentos, la sombra de lo que había sido hasta la final. Hasta hoy anotaba 34 goles por partido pero España la ha sacado del partido de principio a fin decidiendo el choque en el minuto diez de la segunda parte cuando un 26-12 dejaba a los daneses sin opciones.

Mikkel Hansen, estrella del equipo nórdico y nombrado mejor jugador del torneo, lo dejaba claro en la zona mixta en un más que correcto español: “Hoy hemos perdido contra un equipo que ha jugado mucho (lo repite hasta cinco veces) mejor que nosotros en todos los aspectos y no hay nada más que decir”. Pues eso, rendidos ante la evidencia de la superioridad de España.
Sterbik, el muro que Dinamara no ha podido superar
Junto a la defensa y a un impresionante contragolpe, el protagonismo en la victoria española fue para Arpad Sterbik, de nuevo decisivo como en la semifinal, un muro, un imán para los balones hasta desesperar al hasta hoy mejor ataque del campeonato con un total de doce paradas, más del 40%. Y en ataque, de nuevo el reparto. Si en octavos los puñales fueronVíctor Tomás y Albert Rocas y en cuartos Alberto Entrerríos y Julen Aguinagalde, tanto en la semifinal como en la final lo ha sido Joan Cañellas. El catalán ha sido el brazo ejecutor aunque estuvo bien acompañado de un Jorge Maqueda en estado de gracia durante la segunda parte, puro coraje el zurdo de Toledo. Y puro desparpajo, pues tras el partido recorrió la pista en calzoncillos, cuestión de promesas de vestuario.
En los últimos minutos, tiempo para que todos pudieran disfrutar de la fiesta, Aitor Ariño, Carlos Ruesga y un José Manuel Sierra que salió para sustituir al hombre de la noche, al serbio que un día quiso ser español. “Quillo” Sierra tenía tiempo para lucirse con tres paradas y afirmaba expresivo tras el partido que “hoy Sterbik ha bajado la persiana y no había quién le metiera un gol, ha demostrado que es el mejor portero del mundo”. Y es que la portería ha sido uno de los factores que han conseguido que esta España de Valero Rivera haya hecho historia llevándose su campeonato en una final que será recordada durante mucho tiempo, como aquella de Túnez 2005 en la que también estuvieron dos de los grandes protagonistas del partido.
Y tras el partido, la fiesta en la cancha y la recogida de medallas a la que Valero Rivera, en un gran detalle, invitaba a los tres jugadores a quienes las lesiones privaron de contribuir al éxito, José Javier Hombrados, Raúl Entrerrios y Cristian Ugalde. La victoria de España es una fantástica noticia pero debería ir más allá del gran éxito deportivo, tiene que servir para relanzar el balonmano, ya que como Viran Morros asegura, “es un deporte espectacular pero necesita el apoyo de las entidades y las empresas para poder volver a tener una liga Asobal muy fuerte y porque, si queremos volver a tener un éxito así, tienen que apostar por nosotros”. Que así sea.