El ejemplo de Portugal

Daniel Riobóo Buezo

Prácticamente todas las noticias que escucho sobre Portugal desde el comienzo de la pandemia y la crisis sanitaria me parecen alentadoras y casi todas las decisiones que ha adoptado, adecuadas.

Portugal decretó el estado de alerta el 13 de marzo (su significado es diferente en nuestro país vecino) mientras en España el estado de alarma se anunciaba el 14 y entró en vigor el día 16. Por entonces Portugal registraba 102 casos y ninguna muerte. Los lusos tomaron nota rápidamente de los errores cometidos en Italia y España y se anticiparon para contener la extensión del virus. Posteriormente el 19 de marzo se activó el estado de emergencia, equivalente al estado de alarma español cuando había ya cuatro fallecidos.

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A día de hoy, 21 de abril, Portugal, con una población de diez millones y medio de habitantes, registra cerca de 21 mil casos y 735 fallecidos. Según los expertos y médicos, la adopción temprana de medidas de confinamiento y el «excelente comportamiento» de la población permiten al país luso contar con una de las tasas de mortalidad más bajas de Europa, 72 fallecidos por cada millón de habitantes.

Portugal también ha dado una lección en la defensa de los intereses de los países del sur de Europa y de solidaridad con países como Italia y España. Así, en plena división en el seno de la Unión Europea por las medidas y ayudas a adoptar, el primer ministro portugués, el socialista Antonio Costa, calificó de “repugnante” el discurso económico de Holanda que culpaba a España e Italia por haber vivido demasiado alegremente y no haber ahorrado lo suficiente para poder hacer frente a una crisis que casi nadie podía prever.

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Posteriormente, hemos visto como la oposición pedía y brindaba el apoyo incondicional al gobierno, algo que en España ha brillado por su ausencia, tanto entre los partidos opositores como en una opinión pública polarizada y abonada al cainismo. Ayer mismo. Rui Rio, el presidente del conservador Partido Socialdemócrata (PSD), la primera fuerza política de la oposición en Portugal, ha remitido una carta a sus militantes en la que alerta de que atacar al Gobierno del socialista António Costa en estos momentos “no es patriótico” y llama a la unión del país.

Por último, y ante la terrible crisis económica de la que Portugal tampoco se va a librar, el presidente del país, Marcelo Rebelo de Sousa ha pedido directamente a los bancos que devuelvan el dinero recibido durante la última crisis financiera. De Sousa afirmó que ya que «cada portugués contribuyó para hacer viables los bancos, ahora que la banca ya está estabilizada es una ocasión de retribuir a los portugueses lo que hicimos».

Esta no es la primera vez que Portugal, un país a menudo infravalorado injustamente por muchos, nos ha dado ejemplo. Ni será la última. El momento más recordado siempre será la Revolución de los claveles contra la dictadura de Salazar, uno de los episodios más admirables en el derrocamiento de un régimen autoritario en la historia moderna. La canción «Grândola, Vila Morena» fue el punto de partida de la revolución. Una vez más en esta crisis, y parafraseando a Siniestro Total, menos mal que nos queda Portugal.