Daniel Riobóo Buezo Seguir a @danirioboo
Hoy es el aniversario de boda de mis padrinos. Olga y Manolo llevan 55 años casados. Y algunos más previamente de novios. Toda una vida. Cuando hace cinco años celebraron sus bodas de oro hicieron una gran fiesta familiar en Guadarrama, el pueblo en el que siempre han descansado y respirado en los asfixiantes veranos madrileños.
Aquel 10 de abril de 2015 nos juntamos las tres generaciones de la familia más su amigos, al menos cuarenta personas, ya pierdo la cuenta con tantos sobrinos. Fue un día muy emotivo.
Ahora algunas parejas nos quejamos por no poder vernos durante el confinamiento. Mis tíos estuvieron varios años viéndose lo que podían porque Manolo estaba preparando sus oposiciones a conciencia y tenía poco tiempo libre. Llegó a aprobar hasta cuatro: comisario, juez, fiscal y magistratura. Seguro que el apoyo y la paciencia de Olga contribuyeron a que lo lograra y pudieran por fin casarse.
Y es que mi tío Manolo es probablemente una de las personas más apasionadas de su profesión y más constantes que conozco. Le gusta tanto el derecho que una vez jubilado de la carrera judicial se ha hecho abogado y además sigue preparando a opositores y da charlas como voluntario sobre temas legales a inmigrantes y distintos colectivos.
Veraneamos unos cuantos años con ellos y en la playa, en lugar de recurrir a las novelas. Manolo repasaba códigos y libros de legislación. Ha aplicado la constancia a todo. Cuando jugábamos a las palas, nos podíamos tirar cinco minutos sin que la bola cayera a la arena o al agua. Casi siempre fallaba yo, por no decir siempre, que uno también tiene su orgullo.
Lo mismo ocurría jugando al tenis. Nunca conseguí ganarle ni un puñetero set, aunque me lleve 40 años. Ya podía haber dado clases ese año o estar en la mejor forma de mi vida que nunca lo lograba. Mi tío nunca daba una bola por perdida. Era como Nadal, suponía jugar contra un muro infranqueable, llegaba a ser desesperante. Yo no era el único que sufría sus palizas en la desvencijada pista de Guadarrama. Siempre se llevaba los campeonatos de la urbanización y de la zona. Haciendo pareja de dobles mixtos con Olga también eran imbatibles. Manolo ponía el físico y mi tía el toque.
Manolo siempre quiso que alguno de sus sobrinos estudiáramos derecho. Hasta me lo planteé alguna vez pero me tiraba más el periodismo y me entraban sudores fríos sólo con imaginar lo que me exigiría para preparar una oposición. Al final la pequeña de los diez primos siguió su vocación y actualmente Eva es una gran abogada.
Mi tía Olga es la tercera de los seis hermanos Riobóo. Es un ejemplo de generosidad. Siempre ha estado cuando mis hermanas y yo más lo hemos necesitado, especialmente en los momentos más duros que hemos vivido tras la muerte de nuestra madre. También es una de las personas más detallistas que conozco. Siempre se acuerda de los cumpleaños y hasta de los santos de todos en la familia, incluso cuando ni tu mismo te acuerdas. Cuando era muy pequeño me engañaba simulando que sacaba sugus de mis orejas. Me parecía magia y se me quedó grabado, es uno de mis primeros recuerdos conscientes.
Olga siempre está atenta a todo, es una anfitriona insuperable y en cuanto te descuidas te hace un regalo, a menudo bordado o hecho por ella misma, entregar su tiempo a los demás es una prueba más de su generosidad. También borda los chistes y tiene una memoria increíble para acordarse de ellos. Seguro que Manolo le ha enseñado alguna técnica mnemotécnica.
Olga y Manolo son una pareja ejemplar y admirable. Como las de mis otros tíos de mi familia paterna. Nona y Enrique, Mari Carmen y Jorge, Carmiña y Luis. Incluso podemos incluir como pareja a mi padre y a mi tío Ramón. Son los dos hermanos mayores y aunque discutir y llevarse la contraria sea una de sus aficiones favoritas, en el fondo todos sabemos que se quieren mucho.
En mi familia materna, menos numerosa, también hay parejas admirables como las de mi prima Isabel y Pedro o la de mis tíos abuelos María Luisa y Pedro. Ella nos dejó hace poco y todavía sigo arrepintiéndome de haber aplazado tanto esa visita a Burgos para verles. Lo haré para ver a Pedro y a mi tío Pipo cuando salgamos del confinamiento y recuperemos la normalidad. También nos veremos todos los Riobóo en la tradicional reunión familiar las próximas navidades. Incluso este mismo verano, como el año pasado, para qué esperar tanto.
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