Por Daniel Riobóo Buezo Seguir a @danirioboo
Uno de los elementos principales en la saga de la guerra de las galaxias es «La Fuerza», el campo de energía que impregna el universo. Los Jedi están unidos por su creencia y luchan por la paz y la justicia en la República Galáctica. Bien usada, la fuerza proporciona clarividencia y control mental, entre otros beneficios. Pero la fuerza también tiene un lado oscuro y tenebroso provocado por la ira, el miedo y el odio y que utilizan los Sith con el fin de exterminar a los Jedi y tomar el control de la Galaxia. Cambiemos a los Jedi por los demócratas y defensores de las libertades y a los Sith por los fanáticos que abogan por un califato islámico universal y ya tenemos nuestro argumento, el de la libertad de Occidente frente al terrorismo del Estado Islámico.

El lado luminoso del Islam está siendo pervertido por el fanatismo que lo utiliza como excusa argumental. Hay muchos términos tergiversados por el terrorismo salafista, empezando por yihad que significa «esfuerzo espiritual», un concepto considerado como el sexto pilar de la fe y no como la «guerra santa» que intentan promover y justificar ya que el islam básicamente es una religión de paz y respeto, también hacia otras religiones con las que comparte profetas, entre ellos a Jesús. Como en la saga galáctica, muy pocos de quienes entran en el lado oscuro pueden después salir ya que es difícil resistir a la tentación del poder rápido que este otorga, también manipulado en este caso.
Otra perversión es la del término muyahidín, que significa combatiente en árabe y se emplea en plural, por el concepto de comunidad, pero no significa armado aunque en Occidente se utiliza como tal. En el mundo hay cerca de 1500 millones de musulmanes, de los cuales al menos el 75% son suníes y se consideran seguidores de la tradición y miembros de una comunidad donde la autoridad religiosa no recae sobre ninguna persona en especial sino en el Corán y en su interpretación mediante los juristas.
Los miembros del Estado Islámico son suníes, como también lo son los terroristas de Boko Haram en Nigeria o los de Al Qaeda, aunque también existen otros grupos terroristas islamistas que son chiíes. El Estado Islámico, con origen en Siria e Irak, combate al régimen chíí de Damasco y considera chíí al gobierno de Bagdad. Dentro del sunismo existe el salafismo, una doctrina ultraconservadora que es la que defienden los terroristas de Daesh y que pretende restaurar la grandeza originaria del Islam sacándola de contexto y trasladándola a la actualidad para buscar la destrucción y muerte del kafir, el infiel o no creyente en Alá. Para todo ello necesitan una base amplia de combatientes y así hacen proselitismo para extender al máximo sus creencias como bien ejemplifica su último vídeo difundido.
El Estado Islámico aspira a instaurar un califato, algo que su líder, Abu Bakr Al Bagdadi, autoproclamado califa del grupo, declaró en verano de 2014 tras la conquista de significativos territorios en Siria e Irak. Al Bagdadi es seguidor de la rama más rigorista del islam, el Wahhabismo. Esta rama se distancia de las otras a partir del cuarto califa, Alí, primo y yerno del profeta. Al Bagdadi se considera descendiente del profeta y de este cuarto califa y proclama la vuelta a la época del islam en la que estaban gobernados por el califa, por eso reivindican Al Andalus entre sus aspiraciones territoriales con el fin de crear una comunidad global musulmana salafista.
Pero en su surgimiento las potencias occidentales también tienen gran parte de culpa porque destruyeron las dictaduras de Irak y Libia sin tener una idea clara de que estado querían allí construir y estos países han quedado sumidos en el caos con atentados frecuentes, gobiernos débiles y los terroristas campando a sus anchas y reclutando mandos, ya sea del Baaz de Sadam Husein o del ejército de Muamar el Gadafi, en su momento aliado de Occidente y posteriormente satanizado.
También es conveniente tener en cuenta las diferencias con Al Qaeda, pese a que en principio fueron aliados, hasta que el Estado Islámico decidió extender su poder hasta Siria para luchar contra Al Assad. Al Qaeda era un grupo terrorista formado por ex combatientes afganos con el objetivo de atacar intereses occidentales mientras el Estado Islámico necesita un territorio para operar y financiarse, es un protoestado de 1200 kilómetros donde rige la Sharía o ley islámica en su forma más extrema y que, sostenido por un ejército de cerca de 50 mil efectivos, sigue creciendo día a día. Pero si bien Al Qaeda podía despertar cierto apoyo entre los musulmanes, la inmensa mayoría de los 1500 millones de personas que profesan la religión de Mahoma lo rechazan con su lema de «No en mi nombre». Por cierto en árabe se denomina Daesh, que significa Estado Islámico de Irak y Siria, pero con un significado fonético peyorativo. El término ISIS, tan solo es la traducción al inglés.
Otra diferencia con Al Qaeda es su enorme potencial gracias a unas posibilidades de financiación mucho mayores. El Estado Islámico tiene numerosas formas de financiar sus ejército, compra de armas y actuaciones. Donaciones del Golfo Pérsico, venta del petróleo de los pozos que posee en las zonas que ha conquistado en Irak y Siria, narcotráfico, venta de las obras de arte de las ciudades y sitios históricos que ha tomado y expoliado, rescates de sus secuestros e incluso tráfico de órganos, el listado de ingresos es muy amplio.
¿Y cómo opera Daesh? Además de su labor de proselitismo y de conquista continua de territorios para ampliar su protoestado, utiliza los atentados, según argumenta, como una forma de autodefensa y de respuesta a los bombardeos en su territorio de Francia, Rusia o Túnez. Con la máxima de «si me atacáis, ateneos a las consecuencias», está consiguiendo que muchos gobiernos sean prudentes a la hora de sumarse a una coalición internacional ante el temor a sufrir en sus propias carnes sus ataques.

Mientras, en Occidente hay división de opiniones sobre qué hacer ante esta organización terrorista sin precedentes en la historia. El “no a la guerra” es absolutamente legítimo como principio pero la invasión de Irak de 2003 no tiene nada que ver con la situación actual. Entonces se hizo porque el anterior tirano útil había dejado ya de serlo, porque había importantes recursos petrolíferos y porque el gobierno republicano estadounidense necesitaba dar salida a su sector armamentístico y buscó la excusa de unas armas de destrucción masiva que, como después se comprobó, nunca tuvo Sadam Husein.
En este caso, Siria lleva cuatro años desangrándose en una guerra que ha causado 350 mil muertos y cuatro millones de refugiados. Tampoco hay que olvidar que los sirios que ahora llegan masivamente a Europa en la mayor crisis de refugiados en un siglo, no sólo huyen de la guerra de su país sino ante el terror que el estado islámico impone en los territorios que va conquistando.
También es preciso recordar que el 90% de las víctimas del Estado Islámico son musulmanes, también quienes los combaten sobre el terreno, desde los kurdos en Irak a los propios sirios. Frente a su incapacidad para detenerlo, Siria ha pedido la ayuda de Rusia e Irán e Irak lo ha hecho a una coalición internacional para frenar su avance y defender su soberanía. ¿Necesitan en este caso Siria e Irak una autorización de la ONU para actuar en legítima defensa?
En esta tesitura, ¿qué hacer? ¿Negociar con un grupo terrorista que no reclama algo concreto sino que, a imitación de los nazis, pretende crear un imperio sin límites y que acaba de amenazar a 60 países? ¿Intentar únicamente cortar sus vías de financiación y su compra de armas? ¿Deben Rusia, Francia y Estados Unidos ampliar los bombardeos actuales y proceder a una invasión terrestre para acabar con el problema de raíz pese a los costes en vidas que supondría? Lo que parece evidente es que es el grupo terrorista más poderoso y temible que ha existido en la historia y urge actuar antes de que sea demasiado tarde, más allá de cálculos electoralistas.
¿Asistiremos finalmente a una coalición internacional a imagen de la República Galáctica luchando contra el lado oscuro del terrorismo salafista? En juego hay muchas cosas, fundamentalmente la defensa de las libertades, la democracia, las leyes y nuestro modo de vida. Que la fuerza nos acompañe.