Sus comienzos, del pincel al piano y a la composición
Serge Gainsbourg es alguien de quien todos los franceses han escuchado hablar y cuyas canciones han cantado en alguna ocasión. Hijo de inmigrantes judios rusos, Lucien Gainsbourg nació en Paris en 1928 y, desde muy joven, sintió el impulso de crear por lo que fue un estudiante precoz de Bellas Artes en una Francia ocupada por los nazis.
Influído por su padre, pronto cambió el pincel por el piano y empezó a frecuentar el circuito de cabarets parisinos. En uno de ellos conoce a la cantante Juliette Greco y empieza a componer para ella. Poco después lo hace también para France Gall que, con “Poupée de cire, poupée de son”, gana Eurovisión en 1965.
La vida heroica de Serge Gainsbourg
Dos años después, ya consagrado como compositor y también como cantante a pesar de su voz cavernosa, Gainsbourg vive una intensa relación con Brigitte Bardot, estrella del momento y con quien graba algunos de sus temas más conocidos. Entre ellos, según algunos, podría estar el mítico “Je t’aime… moi non plus” («Yo te quiero…yo tampoco») pero, al estar Bardot casada, quien finalmente puso voz a la sensual canción fue la cantante británica Jane Birkin, otra de las mujeres que marcarían los años felices de Gainsbourg. Junto a ella escandalizó a medio mundo en 1969 al convertirse en un icono de la rebeldía y la liberación sexual.
Altibajos en su carrera y creación de «Gainsbarre»
Dotado de una fealdad muy particular, Gainsbourg fue uno de los personajes más polémicos y a la vez queridos de su tiempo. Poeta, misántropo y provocador hasta desesperar a los sectores más conservadores, Gainsbourg siempre tuvo problemas para conciliar su vida personal y el personaje maldito que le había hecho famoso.
Su afición a la noche y a las mujeres hermosas le fueron creando problemas de pareja con Birkin, mientras que el alcohol y el tabaco comenzaron a minar su estado de salud. En los años 70 concibe también a su alter ego, “Gainsbarre”, con quien provoca continuamente en Francia a través de sus escandalosas apariciones televisivas.
La bajada a los infiernos en los años 80
Además de protagonizar y dirigir algunas películas, Gainsbourg siguió triunfando en la escena gracias a un estilo musical único que en los 80 le permitió también seducir a los más jóvenes a través del rock, así como traer a Francia el reggae tras pasar una etapa en Jamaica.
Su versión reggae de “La Marsellesa” le situó definitivamente a la cabeza de los inconoclastas despertando todo tipo de reacciones. En esta década conoció también a su cuarta mujer, la modelo Bambou, pero su salud continuó deteriorándose para finalmente morir de un ataque al corazón en 1991.
“Gainsbourg, vie heroïque», la adaptación personal de Joann Sfar
El biopic sobre Gainsbourg no es precisamente una de esas biografias filmadas en donde predomina el tono documental. Todo lo contrario, está concebida como un cuento y su creador, el realizador debutante Joann Sfar, se permite divertidas licencias al llevar a la gran pantalla su propia versión de un personaje mítico de la cultura urbana francesa, como deja claro en los créditos, mientras manifiesta su fascinación por Gainsbourg.
La película tiene un planteamiento muy original, algo esperado por los seguidores de la trayectoria artística de su creador. Sfar viene del mundo del cómic, un ámbito en el que lleva tiempo destacando en el panorama francés. Así, el biopic no cae en ningún momento en concesiones al cine intelectual francés y se aleja de las biografías convencionales. La estética y la fotografía de la cinta le conceden un tono muy personal, al que también contribuyen su banda sonora y las grandes interpretaciones de sus actores.
El clon de Gainsbourg, la sorpresa de Laetitia Casta y el adiós de Lucy Gordon
La película está protagonizada por el actor Eric Elmosnino, quien mimetiza a Gainsbourg, en parte, gracias a su gran parecido físico con el artista francés. Su gran trabajo interpretativo está secundado por las actrices que encarnan a las mujeres que marcaron la vida de Gainsbourg, empezando por una sorprendente Laetitia Casta, pura sexualidad, en la piel de Brigitte Bardot. En la cinta también destaca la tristemente desaparecida Lucy Gordon que, meses después de dar vida a Jane Birkin en la película, se quitó la suya en la vida real, razón por la que el director le dedica una obra tan personal como seductora.