Joel es el mayor de los hermanos y quien normalmente figura como director en las películas. Ethan Coen es tres años más joven que Joel y aparece como productor de sus obras. Los dos nacieron en el estado de Minnesota, en Minneapolis, y empezaron rodando películas familiares con una cámara de super 8 hasta que, a mediados de los setenta, decidieron abandonar su gélido estado para irse a estudiar a Nueva York y Nueva Jersey respectivamente. Joel estudió cine y comenzó su carrera como montador en películas de bajo presupuesto mientras que Ethan se graduó en filosofía y dio sus primeros pasos en el cine escribiendo guiones.
Uno de los primeros que escribió fue el de “Sangre fácil”, que fue rechazado en varios estudios hasta que decidieron autoproducir la que sería su primera película en 1984. Aclamada por la crítica, la película ganó el premio en el festival de cine de Sundance, lo que les permitió devolver el dinero prestado a su familia y amigos y hacerse un nombre en la industria del cine independiente.
Todavía tuvieron que ceder uno de sus guiones, “Crimewave” (1985), para que fuera rodado por Sam Raimi antes de poder dirigir su segunda película. Con “Arizona baby” (1987), los Coen comienzan a afianzar su universo propio en una alocada historia sobre la huida de una pareja que, ante su incapacidad para concebir, decide robar un niño ajeno.
Los 90, de “Muerte entre las flores” a “El gran Lebowsky”
Con “Muerte entre las flores” (1990), un homenaje a las películas de gángsters, los Coen se asientan definitivamente detrás de la cámara mostrando algunas de las principales características de su cine. Los giros argumentales, los personajes excéntricos y el humor negro impregnan esta cinta que se convirtió inmediatamente en un clásico moderno del cine negro rodado en color.
Un año después rodaron “Barton Fink”, una apuesta arriesgada en lo visual y lo argumental que gustó más en festivales y a nivel de crítica que al gran público, lo que no impidió que, al menos a nivel presupuestario, dieran “El gran salto”. Ese fue precisamente el título de su siguiente obra, su primer trabajo de gran presupuesto y una comedia de corte clásico que, pese a contar con la presencia de Paul Newman y Tim Robbins, se estrelló en taquilla (con 25 millones de dólares de presupuesto tan sólo recuperó tres en las salas) obligándoles a regresar a producciones más modestas.
Parece ser que lo de que la necesidad agudiza al ingenio se cumplió a la perfección con la dupla, ya que en su siguiente proyecto dieron lo mejor de sí. Con pocos medios y con su Minnesota natal convertida en un personaje más, los Coen alumbraron “Fargo”, un thriller negrísimo inteligentemente promocionado bajo la mentirijilla de que se basaba en una historia real. “Fargo” es el mejor reflejo de su humor negro en una historia disparatada plagada de fantásticas interpretaciones como la del inolvidable personaje de la policía local Marge Gunderson, ingenua pero sagaz agente y a través de la que Frances Mc Dormand fue recompensada con el Oscar a la mejor actriz.
Otro personaje memorable, “El Nota”, nos guia de carcajada en carcajada en “El gran Lebowsky” (1998), una comedia inclasificable en la que un vago encarnado por Jeff Bridges se ve involuntariamente involucrado en, curiosamente, un secuestro. La película cuenta con otros personajes Coenianos como Jesús, el ególatra jugador de bolos interpretado por John Turturro, en una cinta que automáticamente se convertiría en una película de culto.
Los años 2000, comedias alocadas y propuestas personales
Ya en los 2000, los Coen se atreven a adaptar nada menos que la Odisea de Homero en “O Brother”. Partiendo de ellos está claro que es una versión totalmente libre, descacharrante y ambientada en la América profunda. Ulises es, en esta ocasión, un preso que vive su particular odisea, un papel escrito a la medida de George Clooney, quién también pasaría a ser uno de los actores habituales de los dos hermanos, protagonizando otras dos alocadas comedias como “Crueldad intolerable” (2003), un encargo que funcionó bien en taquilla, gracias a la presencia del propio Clooney y Catherine Zeta-Jones como una pareja a imagen y semejanza de Cary Grant y Katherine Hepburn. En la misma línea se sitúa “Quemar después de leer” (2008), otra comedia plagada de absurdos que funcionó igualmente bien en taquilla.
Con la libertad que da el haber conseguido buenos resultados comerciales, los Coen también se han permitido experimentar con propuestas más personales como el “El hombre que nunca estuvo allí” (2001), un homenaje al cine negro más purista, o con “Ladykillers” (2004), un remake de “El quinteto de la muerte” de Alexander Mackendrick y que cambia Inglaterra por el sur de Estados Unidos en la que supone una de sus obras menores.
Un pequeño patinazo antes de la que será una de sus mejores películas hasta ahora, “No es país para viejos” (2007), adaptación de la novela de Cormac McCarthy. La comedia deja paso a la acción para relatar una historia sobre cazadores cazados en ambientes desoladores y donde la violencia y la brutalidad toman forma en otro personaje memorable, Anton Chigurth, el asesino que sirvió para que Javier Bardem se convirtiera en el primer actor español en ganar un Oscar.
“No es país para viejos” es su penúltima película y la que supuso su reconocimiento masivo, en forma de Oscar. «Un tipo serio» es su último experimento, una obra de transición muy personal sobre una familia judía en descomposición. Su próximo proyecto es un remake de “Valor de ley”, el western que en su día protagonizó John Wayne y que ahora revivirán en la piel de Jeff Bridges.