¿Puede ayudar el cine a terminar con la pobreza?

Además del cine comercial y del de autor, existe otro tipo de cine, un cine que nos cuenta historias reales, con el que nos fijamos en cosas que están ahí pero sobre las que normalmente pasamos de largo. E incluso un cine que nos quiere hacer conscientes de los grandes problemas del mundo con la loable, aunque quizá utópica, idea de cambiar las cosas para lograr un mundo mejor. Es lo que se propone el documental “¿El fin de la pobreza?” (“The end of poverty?”) dirigido por Philippe Díaz, un realizador que sí cree que el cine puede contribuir a mejorar el mundo contando una verdad que, a su juicio, los medios de comunicación no pueden o no quieren contar.De la conquista de América al neocolonialismo y las multinacionales

La tesis que defiende este documental histórico es que la pobreza en el mundo moderno no es algo que haya ocurrido porque sí, sino que es consecuencia de la actuación, desde la conquista de América, de las potencias económicas del planeta. Primero los ibéricos (españoles y portugueses), seguidos de holandeses, franceses, británicos y ahora, conseguida la independencia de la mayoría de las antiguas colonias, el expolio continúa a través de las multinacionales, la mayoría de Estados Unidos.

Según la película, todos estos países son culpables de la apropiación de la tierra, de los minerales y de la fuerza de trabajo (a través de la esclavitud) de los países del tercer mundo. Estos siguen produciendo materias primas a precios irrisorios para contribuir a la riqueza del mundo desarrollado a la vez que pagan a precio de oro los productos elaborados en los países ricos y mientras la deuda externa les sigue desangrando sin parar.

El rodaje, la producción y la difícil distribución de los documentales

El documental fue rodado en 2008 aunque no ha sido prácticamente estrenado a nivel comercial pero sí que ha estado presente en 25 festivales internacionales. Las localizaciones incluyen barrios marginales de Brasil, de Bolivia, de Tanzania, de Venezuela.

La película está producida por Cinema Libre Studio, la productora creada en Los Angeles por el propio Philippe Díaz y por la Fundación Robert Schalkenbach. Tras el rodaje tuvieron que conseguir que las cerca de cien horas de grabación pudieran convertirse en un material proyectable, que en un principio duraba cuatro horas y que al final dura menos de dos. La dificultad de la distribución de este tipo de películas y su posicionamiento activo hacen complicada la difusión de una obra que debería ser de obligada visión para todos.

Un documental incómodo para los habitantes de los países desarrollados

Los argumentos expuestos son incómodos, porque al ver la cinta todo occidental se sentirá culpable, aunque puede que no directamente, de las diferencias que existen entre el primer y el tercer mundo, ahora que parece que el segundo mundo no existe, enterrado entre las diferencias extremas que, según la cinta, contribuye a crear la globalización económica.

La narración del documental corre a cargo del actor Martin Sheen (mítico intérprete de “Apocalipse Now” o “Malas Tierras”) y en él, mezclados con personajes anónimos del tercer mundo que nos cuentan su terrible día a día, líderes de movimientos sociales, historiadores y economistas argumentan las causas y las posibles soluciones para terminar con la pobreza del mundo. Entre ellos figuran personajes nada sospechosos como el premio nobel de Economía Joseph Stiglitz.

Distintos países, misma pobreza

El documental ofrece numerosos datos y muestra la realidad de diferentes países en África y Sudamérica. Entre ellos el contradictorio y prometedor Brasil, un país con mil caras que sigue creciendo pero en el que casi un tercio de la población continúa pasando hambre a diario. Hoy en día sus minas de oro esquilmadas han sido sustituidas por campos de caña de azúcar en los que campesinos sin medios siguen siendo explotados en aras del nuevo oro negro, los biocarburantes.

Bolivia tampoco se libra del problema. Un minero cuenta, haciendo referencia a Eduardo Galeano, que con el oro extraído en Potosí se podría haber construido un puente desde Bolivia hasta España; y otro con los huesos de las personas que perdieron la vida en las minas, cerca de ocho millones. En Bolivia también se cuenta el caso de La guerra del agua, un episodio en el que la población de Cochabamba se levantó contra el gobierno y las multinacionales para recuperar su uso público.

Casos similares de explotación en Venezuela, Tanzania, la marginación y expulsión de los Masai de sus tierras en Kenia, son muchos los ejemplos que el documental ofrece de la sangría que las naciones pobres han sufrido y siguen sufriendo por parte de los países desarrollados.

Algunos datos sobre la riqueza y la pobreza en el mundo

Los datos, no por muy conocidos, dejan de ser válidos. Hoy en día el 20% de la población más rica del planeta posee el 80 por ciento de los recursos y, lo que es más grave, consume un 30% más de lo que el planeta puede regenerar. Según el documental esto quiere decir que, para seguir manteniendo nuestro estilo de vida y a falta de poder poblar nuevos planetas por ahora, será necesario exprimir aún más a los habitantes de los países del tercer mundo.

Un egoísmo que simboliza Estados Unidos que, con 5% de la población mundial posee 25% de la riqueza y genera 30% de los residuos, un ejemplo claro de un país consumista que parece no estar haciendo los deberes para conseguir un mundo más equilibrado.

Un documental historico que propone soluciones para terminar con la pobreza

La película no se limita a ofrecernos una visión sobre el origen de la pobreza, su continuo aumento y su vigencia actual. Expuestas las causas, la obra también propone, a través de las voces autorizadas de los estudiosos del tema, diferentes soluciones que no pasan precisamente por las donaciones simbólicas de los países ricos y que tanto contribuyen a tranquilizar nuestra conciencia.

La condonación de la deuda externa a los países del tercer mundo o el freno de los impuestos al consumo serían un comienzo que serviría para aliviar a los países pobres. Como fin, el documental propone un verdadero cambio de modelo, algo que parece utópico hoy en día pero que quién sabe si las futuras generaciones podrán presenciar.

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